13.10.05


ROMPECABEZAS



Veo las piezas en esta mesa de madera

desparramadas como caracoles marinos olvidados un día de lluvia,

sin sentido en su disposición arbitraria,

riéndose de mí irreverentes.


Tantas que ninguna caja alcanzaría—

pequeñas como óvulos algunas; otras, pesadas como el mar.

Imágenes de agua, bosques, oscuridades—Ninguna puede ser devuelta.

Se multiplican cada segundo,

abandonan los lugares donde necesito verlas,

claman por atención si me distraigo.


El rompecabezas está en mis sueños, mis sueños en él:

no hay despertar al alivio, descanso reparador, diferencia entre noche y día.

Imágenes adheridas a mis párpados con fuego, con agonía, con amor—

mi madre alzándome en un banco de plaza,

el primer día de escuela,

un picnic junto a un río de piedras cubiertas de lana.

¿Cómo puedes ser la misma ahora, Madre,

la misma hacia quien corrí con brazos abiertos en una playa del Perú?

¿Eres sólo lo que veo, o hay algo más en ti

que las palabras que desespero por encontrar?

¿Por qué esta inagotable mesa plena de culpa entre nosotras?

Y, dime: ¿acaso tus ojos siempre han sido tristes,

o es sólo mi mirada reclamando tu regazo?


Encajo dos piezas y luego una tercera,

pero las otras se reproducen cual células malignas,

desbordan la mesa, copulan en el aire sin vergüenza.

Como ha sido, será—

Estoy atada con recuerdos a esta silla,

sólo cuando todo encuentre su lugar estaré en libertad,

podré salir de esta casa oscura,

volver a ese domingo cuando reíamos juntas

y el miedo aún no alimentaba mi alma.



¡Si pudiéramos volver a escribir la historia, Madre!
¡Si pudieras ayudarme a descifrar el barro del que nací!
Pero estás más allá de las manos que tengo para alcanzarte—
Centímetro a centímetro te acercas a tu muerte
y yo no hallo un leguaje que baste para las dos.




Este bellísimo poema de Mori Ponsowy (mi poeta preferida),
es de su libro Enemigos afuera.

Para encontrar más sobre ella, los remito a goma de borrar,
una revista/blog literario para difuminar fronteras.
La imágen que acompaña el texto es La Cruz, una pintura mía.



6 comentarios:

Anónimo dijo...

Y con razón es tu preferida.
Comparto tu elección.
No la conocía. La pintura, excelente elección para lo dicho en el texto.
Una verdadera cruz.
Juan Pedro Iriarte

Anónimo dijo...

Imagino el recorrido de este poema desde que una tarde de calor se me entregó en un bar de San Telmo: el viaje hasta mi casa, cruzando la ciudad de Buenos Aires, hoja tras hoja devoradas por mi incredulidad. La espera hasta el invierno siguiente, atesorado en mi mesita de luz, luego nuestro vuelo sobre el océano hasta una ciudad alemana, donde fue entregado a Diana que lo guardó en su valija para llevarlo a Lanzarote. Y ahora brilla en la página negra del hammam. Con sus preguntas conmovedoras, con ese domingo de sol en el que reían juntas una madre y una hija, con ese pedido de regazo, con la ferocidad y la melancolía de lo irremediable. Mori, Diana:
ojalá siempre podamos decir Enemigos afuera.

Anónimo dijo...

Gracias, Juan Pedro. Gracias Ale y Diana. Y, sí, ojalá siempre podamos decir enemigos afuera. Y muchas cosas más. Pero decir.

Anónimo dijo...

el poema de Mori me ha conmovido -ya había ido a la
goma de borrar- , cuando tenga mucho tiempo debería ocuparme de esta mesa
plena de culpa que me aguarda....

Anónimo dijo...

Muy linda esa cruz.

Anónimo dijo...