15.3.06


Qué historia larga.
Por dónde empiezo a contarla.
Quizá sea mi testamento,
en el que nombro a tantos amigos, el que hizo el milagro.

En el 92/93 conocí a Anita, Ana Uribe y a David...
eso fue en un restaurante de la avenida leopoldstrasse
de munich.
yo fui arrastrando a valdi, que no quería saber nada de
encontrarse con "latinoamericanos culturosos".
lleguamos y nos sentamos una frente a otra.
Su belleza, su transparencia , la mirada inteligente,
el color de nuestros ojos nos hermana-diríamos después-,
la honestidad pero sobre todo, su tremenda solidaridad
me conmovió.
Fui feliz, fuimos felices.
Alguien me entendía de verdad.
Alguien conocía mi dolor pero me ofrecía el humor.
Me habló de Frau Hallasz, la húngara anciana que
escondió a los judíos, me habló de Jean Marie Bottequin,
el fotógrafo belga,
me habló del Lateinamericanisches Kutural Zentrum,
de lo que se podía hacer, de las posibilidades de trabajo,
de cosas concretas:
quieres dinero ya? ya lo tienes,no te importa limpiar?
La gloria, Anita era la gloria...
era la sopa que nunca se le niega a los amigos,
era el sueño de ir a egipto,
era el quiú cuando atendía el teléfono y venía un ofrecimiento
de algo bueno,
el té de hongo de azúcar que nos hizo tragar a todos,
el sushi servido en los platos de cerámica pintada por ella,
llegar a una nueva casa, que suene el teléfono y escuchar:
qué tienes en la nevera, nada? pues vengan p'aquí,
que comemos algo...

La lista sigue,
los actos cotidianos de nuestro tiempo juntas
continúa ad infinitum.

Cuando escribí mi Testamento, en Lanzarote,
cuando pensé que me moría en una tierra alejada,
le escribí a Baltasar, mi hijo,
todo lo que yo amaba,
todo lo que dejaba por el mundo
para que él lo buscase, alguna vez, si me quería encontrar.

Ese testamento, lo leyó al aire,
en su programa de radio nacional de españa,
Emilio Garrido, en la Bañera de Ulises,
en una especie de homenaje maravilloso
que me hizo,
cuando yo decidí volver a Argentina.

Ese testamento lo subí a este blog,
y como nombraba a varios amigos,
el esposo de Pilar Pomposini,
me encontró buscando su árbol genealógico
en internet.

Me escribió un comment.
Pero yo no leí .
Pasó el tiempo.
Hace pocobuscando amigos perdidos,
escribí en google: andrea pomposini .
Aparecieron varias notas sobre sus casas- es arquitecto-
y apareció un mail.
Mandé un SOS.
Me respondió,
fue un reencuentro maravilloso
que todavía lo estoy disfrutando y como ellos viven en Perú,
no iba a ser de otra manera,
hablamos de Ana, y David...

ay si los encontaras...

algo me decía que
Andrea y su infinita paciencia
de buscador (encontró a toda su familia
hasta los tiempos de Napoléon,
y eso porque el diminuto francés mandó a
quemar todo lo archivado hasta el momento)
algo me decía que Andrea iba a encontralos.

Y sucedió.
Hoy recibí un mail de David
Ana está en Colombia pero pronto regresa.

Otro regalo de esta hermosa vida.

¿Qué hice yo para merecer ésto?

Ahí va el Testamento par los que no lo leyeron:

Tenía una bicicleta de media carrera, que me regaló Valdi con un moño rojo, en Mar Del Plata.

Unas cuantas fotos blanco y negro, que me sacó un amigo Gringo en Uruguay.

Un video de Baltasar cumpliendo un año. Comía asado como un animalito, había globos y alegría. Y familia. Creo que está en Buenos Aires.

Tenía dos pasajes de transmediterránea (o un vale?) para Palma de Mallorca, busco mi destino. Vencieron ya.

Tengo una buena amiga en Guatemala, cerca de Antigua, sus hijos dicen que me recuerdan con amor , fui un personaje raro en su infancia de Concordia.

Tengo otra buena amiga en Perú, la Uribe, aunque es colombiana y con 18 años de haberse enfriado en Europa. Anita, decía “quiú” cuando atendía, y el vinagre doblaba los huesos de los conejos que se comía cuando tenía hambre, después con ellos hacía esculturas.

Así conoció a David, que rodaba Munich sobre su bicicleta y llevaba una sonrisa tranquila, hasta el día que desde el Max Planck lo retornaron a servir a su país: Perú lo esperaba con su subdesarrollo y su sueldo de apenas 300 pesos. Matemática pura para un matemático.

Otra preciosa, Silvia, que escuchaba a Calamaro, mientras me hablaba de cómo batalla el salmón para parir o desovar, ya no recuerdo. A ella la envidiaba cuando no la conocía, se había quedado con mi primer novio.

A una la perdí por el camino, siempre supe que así terminaríamos, aunque fue la mejor compañera de andanzas en nuestros veintitantos.

Y la última buena amiga que me queda, más lejos de lo que deseo, la nacida en Lima, criada en Brasil, educada en Miami y descorazonada en Alemania.
Mi fiel y triste Ani.
Ani “Maraña”?, Ani Romaña.

No me olvido de los amigos, pero los amigos siempre fueron ex o posibles amantes, así que mejor no nombrarlos y dejarlos en paz, total ellos saben quienes son.

Tengo en el medio del cuore a mi amiga Mona , a quien le dejo el libro Valor para Cambiar, pues el sólo por hoy es herencia para Baltasar.

Tengo un perro negro en el medio del corazón clavado, que abandoné en Mar Del Plata cuando tuve que irme. Creo que todavía nos buscamos, aunque sólo sea en sueños.

Tengo un Machintosh, que se lo dejé en guarda a mi sobrino ,me dijeron que no anda màs.

Tenía guardada en un cajón verde, de un escritorio que perteneció a mi hermano, una carta con cincuenta Deutsche Mark, llegó a poco de nacer Baltasar.
Era de Frau Hallasz, la húngara que rivalizaba con Marlene Dietrich, y que nos dedicó su libro :Deadly Carrousell, allí cuenta como salvó del exterminio nazi a cinco judíos.

Tengo diez o quince pinturas en Perú, en la galería de Collado, amigo de la que cantó rancheras el 1 de enero de 1993 en un Gräfelfing nevado. Ella quería saber como era la navidad con frío. Pilar. Pilar Pomposini.

Veinte en la casa del diseñador del Museo de Arte contemporáneo de Chile el otro día encontré su nombre. Gatica.
Veinticinco pinturas en el Museo de Arte Contemporáneo, Aryentain, dos o tres ,no lo recuerdo, en la colección of Latinamerican Art de Essex , una o dos en Austin, Texas, y otro par en Brasil, Campinas, Museu Carlos Gomes.

Algunos libros de arte correo, en una caja bordeaux de Lion D’Or, en la casa de Beiró en Buenos Aires, así como algunas fotos de mi vida y la de Baltasar, de Valdi y mis sobrinos.

Tengo a mis sobrinos.

No sé que es lo que no fue descuartizado en el reparto de los recuerdos.

Había también cartas de Humberto Nilo, que provocó tanto jaleo y movilizó tantos mails cuando lo echaron de la Universidad de Chile.

Tengo un libro de Mori Ponsowy, anaranjado y finito, que se me prendió en el alma junto a un disco Umani, que siempre me hace llorar.

Tenía libros que no se encuentran,libros que me han robado, otros que se han perdido.
Por eso ahora me premian en las bibliotecas.

Tengo discos que doy por perdidos, discos que me han sacado a punta de pistola en la cabeza.
Por eso ahora me hice pirata.

Tengo cajas de Tranquimazin, Tranxilium, Dormicún, Rohipnol, Prozac, Lexotanil, Valium , Rivotril y tantas otras que aumentarán los contenedores de cartón reciclado. Las pastillas me las llevo puestas.

Tenía collares valiosos y de los otros, pulseras de oro, con dijes, uno de la torre Eiffel, que nadie pudo arrebatar en ningún tren de la línea Sarmiento.

Muchos cuadernos escritos con retazos de mis tristezas. -Quizá debí dedicarme a escribir.
.
Tengo mi dignidad, aunque no se bien para que me sirvió.

Una preciosa postal que dice, NO TRABAJES TANTO; que pueden poner en mi epitafio, aunque sacándole el NIKE MADRID.

Tengo gente que me quiso, me quiere y me querrá.
Tengo gente que me quiso, me odia y pasará de mí.

Tengo guardados despechos de amor que no pudieron ser.
Aunque sabiéndolo desde el principio, siempre me encajeté con hombres equivocados.

Tengo un padre viejo, viajero, en quién sabe dónde, que me quiere a pesar de mis 41 años.

Tengo un hijo al que le debo estar viva, tiene el flequillo recién cortado, un lunar en la mejilla izquierda
y mucho malhumor por las mañanas
y mucha alegría por las tardes.

También tuve el amor de un hombre,
que no supimos traducir,
así que no nos pudimos entender,
así pues que lo perdimos.

Todo lo demás,
no vale nada.


Ésto lo escribí en noviembre de 2004,
muchas cosas han cambiado desde entonces.
la vida me ha regalado nuevos amigos,
nuevas músicas,
y más libros.
desde entonces he recuperado
muchas cosas,
a mi padre,
a mi bicicleta
y montada en ella
huelo el perfume
de los eucaliptos de parque luro
todas las mañanas
de mi nueva vida.

la foto es de la portada del libro que nos dedicó la húngara Valery Hallasz, está escrito por su hija Monica Porter, periodista de la BBC de Londres. Es una edición de 1990, publicada por Quartet Books Limited, de Londres.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que pequeño es el mundo mirado desde las windows, escribes un nombre en el google y te encuentras con toda una vida, abierta y expuesta latiéndole el corazón.

Han pasado varios años desde que las tías africanas admiraran la cordillera desde este lado del mundo y todavía se las recuerda con afecto.

También al lánguido Gringo, divertido en sus trascendentales y etílicas conversaciones enfrascadas con su cómplice amigo.

Lo que me trae tu recuerdo es una ducha que contaba para poder funcionar.

Besos añejos.

Diana Laurencich dijo...

claudio, no puedo entrar en tu perfil, no me deja els ervidor, intentaré más tarde...pero creo que el único que puede hablar así es Ulloa, el Claudio Ulloa,
puede ser?
otro Claudio...
¿sabés que voy a infartarme si siguen apareciendo así, como brotando de la tierra recién regada?
el lánguido gringo y su amigo...quién era su amigo?
un beso gigante aunque todavía no se me aclare tu rostro, como diría javier marías: tu rostro mañana!