3.12.05


La sombra

Ni siquiera las oía. Simplemente ya no estaban. Mi mujer y mi hija habían desaparecido. Sólo quedaba yo, y eso...
La sombra, o lo que diablos fuera , se estremecía y agitaba, agazapada tras la cama de la habitación.
No oía nada, si acaso mi corazón enloquecido, pero de lo que estaba seguro era de que la sombra se arrastraba y se aproximaba, milímetro a milímetro, segundo a segundo, a mí , que me ocultaba en la sombra.


De Ángel Martín Rizaldos, mi Ángel tan querido, de cerca de donde nació mi abuelo.
Ángel me enseñó que Talavera de la Reina era simplemente Talavera. Él me enseñó el valor de una maleta vieja, hacer una mudanza subiendo una a una las cajas por una escalera larga, me enseñó a pensar que es mejor trabajar en un aparcemiento que soportar una insoportable recepción de hotel.
La foto, para tu alegría, es de Valdi pero transformada por mí.

Gracias precioso Ángel,
gracias Emilio por mandárme esta preciosa persona a casa.



1 comentario:

Anónimo dijo...

y para la mia...VALDI.